El stress acompaña todos los actos de la
vida, desde que nacemos hasta que morimos. Es una sobrecarga física o mental
debida probablemente a una confrontación entre oportunidades y restricciones.
Ahora bien, el stress no es en sí mismo una
enfermedad como muchos intentan señalar, el ser humano dentro de un proceso
natural de adaptación permanente intenta mantener un equilibrio en relación con
las fuerzas que lo producen, por ello ese proceso es dinámico. Es un proceso
que relaciona naturalmente los movimientos o acciones del ser humano con las
fuerzas que lo producen.
El stress es una condición dinámica en la
cual un individuo es confrontado con una oportunidad, una restricción o demanda
relacionada con lo que él o ella desea y para lo cual el resultado se percibe
como incierto a la vez que importante.
El stress no es necesariamente malo en si
mismo. Aunque casi siempre se discute en un contexto negativo, el stress posee
un valor positivo. Es una oportunidad cuando representa una ganancia potencial.
Consideremos, por ejemplo, el desempeño superior que un actor da en situaciones
de tensión. Como así también un gerente o un abogado ambos en cumplimiento de
sus funciones.
Debemos preguntarnos, ¿Qué es lo que
distingue a la gente en términos de su capacidad para manejar la tensión?
Podemos señalar que ciertas personas
prosperan en situaciones de stress, mientras que otras son sobrepasadas por
ellas.
Los gerentes son los agentes primarios de
cambio en la mayoría de las organizaciones. Ello podríamos decir es una de sus
principales responsabilidades. Los gerentes de hoy en día se enfrentan
constantemente al cambio, en el límite con el caos. Participan de un juego que
nunca han jugado, que se gobierna por reglas que se crean conforme el juego
progresa. Por ello la organización debe acompañar transformándose en organizaciones de aprendizaje. Por ello
también no todos pueden ser gerentes.
Es necesario reiterar que la figura del
stress no es en por sí misma una enfermedad, el "stress" se halla
presente en cualquiera de los actos que componen la vida y sólo se detiene con
la muerte.
Las vicisitudes del trabajo, considerando
que el mismo puede generar ansiedad y exigir un esfuerzo y la debida
responsabilidad, forma parte de las exigencias normales de la vida, como pueden
ser los problemas familiares, preocupaciones económicas, por lo que muy
difícilmente puedan generar un stress mayor que la desocupación o el ocio
forzoso.
Por lo señalado, el trabajo no puede
considerarse como concausa de ciertas afecciones solo por su incidencia en el
stress, salvo que se pudiese acreditar fehacientemente por los profesionales
idóneos al efecto, que el tipo de tareas o las condiciones de su prestación
configuren una causa de stress sensiblemente mayor que la que se pueda suponer
normal en la vida de una persona sometida al ambiente en que se mueve.
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